La mayoría de veces que me desvelo, es pensando en el futuro. El presente es frío o cálido, puedo aceptar como es ya que cuento con su certeza. El pasado es solo una sombra. A veces esa sombra es un manto tan corto que no cubre tus pies del frío del presente y otras mide lo suficiente para darte cobijo.
Pero el futuro, el futuro es un lobo negro enseñándote los dientes, es una cama de faquir, una verdad incómoda, una isla que alcanzar de la que nunca haces "tierra a la vista". El futuro es un mapa que aún no ha escrito nadie. Un secreto que no corre de boca en boca. Una puñetera hoja en blanco. Un sonido que nadie ha escuchado y algo que nadie ha visto, en él debe haber un nuevo sabor. El futuro... es sin lugar a dudas lo que a veces no me permite conciliar el sueño.
Rent a Mind
jueves, 3 de julio de 2014
domingo, 8 de junio de 2014
Los pintores
Robert era un pintor mordaz, talentoso, destructivo y creador al mismo tiempo, pero extremadamente tímido. Su compañero de incursiones al arte era todo lo contrario. Era imaginativo sí, pero totalmente perezoso. Solo le interesaba disfrutar de la fama y las mujeres, de las mujeres y de su dinero.
Robert envidiaba sumamente la facilidad de su compañero Miller con el sexo femenino. Él solo podía refugiarse y pintar, pintar como un loco aquello que no se había atrevido a hacer con aquella mujer o la otra. Era así un onanismo artístico, una costumbre bella pero pervertida. El último movimiento de estos dos, no fue más que una exposición sobre los peculiares "gustos" del alcalde de la ciudad, todo un éxito de público y crítica. Incluso el alcalde los había invitado a cenar a pesar de la humillación que aquellos cuadros suponían para él.
Todo un gesto maduro de su parte, pensaba Robert.
Al terminar de cenar el alcalde les comentó que esperaba que hubiesen disfrutado de su última cena. Había envenenado los tres platos que habían comido, entrantes incluidos, y tras el discurso dejó caer su cabeza sobre aquel postre a medio terminar.
Con el alcalde allí inerte, y Miller algo indispuesto, Robert comenzó a pensar en lo desaprovechada que había estado su vida y el tiempo que había malgastado en envidiar lo ajeno. Comenzó a reír y hablar sin parar de esto y de lo otro, confesándose ante su querido amigo.
A Robert le parecía que ahora que todo acababa, daba igual lo que hubiese hecho o no, y se burlaba de su amigo por haber vivido. El alcalde le había jodido a él y él quería joder a alguien antes de irse. Le dijo lo poco que importaban ahora todas esas mujeres, lo poco que importaba el dinero que hubiese amasado, porque ya está, aquello ya terminaba. Robert había envidiado las mujeres de este y del otro puerto, había envidiado su dinero y sus cosas caras, a pesar de compartir igual fama y ahora le hacía saber que estaban exactamente igual. A lo que su compañero contestó -No, no estamos igual Robert, yo estoy tranquilo, tuve oportunidades y las aproveché, yo tengo mis recuerdos, los sujeto fuerte, me acompañan en el camino al final. ¿Qué tienes tú? ¿Los sueños? ¿Los casi? Estás solo en este paseo.
Mierda, tenía razón, sabía que tenía razón, volvía a envidiarlo, ese pensamiento empezó a desgarrar a Robert por dentro, tanto que nunca se supo si Robert murió antes por el efecto del veneno o por el efecto de la pena.
Robert envidiaba sumamente la facilidad de su compañero Miller con el sexo femenino. Él solo podía refugiarse y pintar, pintar como un loco aquello que no se había atrevido a hacer con aquella mujer o la otra. Era así un onanismo artístico, una costumbre bella pero pervertida. El último movimiento de estos dos, no fue más que una exposición sobre los peculiares "gustos" del alcalde de la ciudad, todo un éxito de público y crítica. Incluso el alcalde los había invitado a cenar a pesar de la humillación que aquellos cuadros suponían para él.
Todo un gesto maduro de su parte, pensaba Robert.
Al terminar de cenar el alcalde les comentó que esperaba que hubiesen disfrutado de su última cena. Había envenenado los tres platos que habían comido, entrantes incluidos, y tras el discurso dejó caer su cabeza sobre aquel postre a medio terminar.
Con el alcalde allí inerte, y Miller algo indispuesto, Robert comenzó a pensar en lo desaprovechada que había estado su vida y el tiempo que había malgastado en envidiar lo ajeno. Comenzó a reír y hablar sin parar de esto y de lo otro, confesándose ante su querido amigo.
A Robert le parecía que ahora que todo acababa, daba igual lo que hubiese hecho o no, y se burlaba de su amigo por haber vivido. El alcalde le había jodido a él y él quería joder a alguien antes de irse. Le dijo lo poco que importaban ahora todas esas mujeres, lo poco que importaba el dinero que hubiese amasado, porque ya está, aquello ya terminaba. Robert había envidiado las mujeres de este y del otro puerto, había envidiado su dinero y sus cosas caras, a pesar de compartir igual fama y ahora le hacía saber que estaban exactamente igual. A lo que su compañero contestó -No, no estamos igual Robert, yo estoy tranquilo, tuve oportunidades y las aproveché, yo tengo mis recuerdos, los sujeto fuerte, me acompañan en el camino al final. ¿Qué tienes tú? ¿Los sueños? ¿Los casi? Estás solo en este paseo.
Mierda, tenía razón, sabía que tenía razón, volvía a envidiarlo, ese pensamiento empezó a desgarrar a Robert por dentro, tanto que nunca se supo si Robert murió antes por el efecto del veneno o por el efecto de la pena.
viernes, 16 de mayo de 2014
El peregrino.
Hubo una época que estaba tan harto de mí que quise olvidarme.
Y lo conseguí.
Borré completamente mi identidad. Lo logré con ella.
Borré mis huellas dactilares limando las yemas de mis dedos con sus caderas.
Cuando alguien preguntaba mi nombre, decía el suyo.
Cuando me pedían que tomara una decisión, la tomaba a ella.
Para no pensar en mí, llenaba mi cabeza con ella.
Lejos de mí, llevaba una vida saludable.
No había mejor deporte que sus sábanas.
Ni mayor entretenimiento que su risa.
Nunca pasé hambre, porque nos comíamos a todas horas.
Nos arrodillábamos ante el cabecero de la cama. Y nombrábamos a Dios. Y bebíamos vino.
Santificábamos las fiestas.
Era una religión por la que valía la pena una crucifixión.
Y un día volví en mí. Una resurrección. Un verdadero milagro.
Sin santos ni vírgenes de por medio.
Y todo estaba bien. Y muchos fieles nos siguieron.
Y lo conseguí.
Borré completamente mi identidad. Lo logré con ella.
Borré mis huellas dactilares limando las yemas de mis dedos con sus caderas.
Cuando alguien preguntaba mi nombre, decía el suyo.
Cuando me pedían que tomara una decisión, la tomaba a ella.
Para no pensar en mí, llenaba mi cabeza con ella.
Lejos de mí, llevaba una vida saludable.
No había mejor deporte que sus sábanas.
Ni mayor entretenimiento que su risa.
Nunca pasé hambre, porque nos comíamos a todas horas.
Incluso empecé a creer e ir a la iglesia. Cada domingo.
Adorábamos al sexo y a la comunión entre dos cuerpos.Nos arrodillábamos ante el cabecero de la cama. Y nombrábamos a Dios. Y bebíamos vino.
Santificábamos las fiestas.
Era una religión por la que valía la pena una crucifixión.
Y un día volví en mí. Una resurrección. Un verdadero milagro.
Sin santos ni vírgenes de por medio.
Y todo estaba bien. Y muchos fieles nos siguieron.
viernes, 7 de marzo de 2014
¿Y si nos estamos equivocando?
Naces, creces, empiezas realmente a vivir pero dura poco, comienzas a trabajar, te matas a trabajar, te sacrificas por ti, por los tuyos, sus preocupaciones se hacen las tuyas, las tuyas se convierten en las de los demás,continua el ajetreado ritmo de vida moderno. Te acostumbras a ser la hormiguita llenando el hormiguero, pagando las facturas del hormiguero, viéndote agobiado para pagar el puñetero hormiguero. Planes, preocupaciones, alegrías, risas y lágrimas por supuesto y al final, llegas a ser un anciano que por fin puede disfrutar de lo que lleva juntando toda una vida, pero claro, ahora está más cansado que nunca y un día más cansado de lo habitual y resulta que es porque tiene una insuficiencia cardíaca debida a la hipertensión y lo dura que ha sido tu vida, ¿Realmente compensa la vida como la estamos viviendo?
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