lunes, 20 de junio de 2011

Keep Calm and don´t drunk.

Me encontraba borracho, destrozado, con un dolor de cabeza inmenso y unas oscuras ganas de seguir ahogando las penas, caminando por un callejón, tan estrecho como las arterias de un tipo obeso. Mientras zigzageaba, las paredes se empezaron a impregnar de un olor familiar, cierto tufillo a azufre y humo. El olor me hizo perder el equilibrio y apoyarme sobre mi costado para potar.
De la nada ante mí, el olor y el humo se hicieron carne, y apareció un tipo de rojo. Desde mi privilegiado asiento en aquél charco, podía ver sus pezuñas, seguidas de unas patas de cabra peludas color negruzco, y no era todo, aquella visión mejoraría al elevar por completo la mirada y observar que el tipo mitad animal, mitad hombre rojo, llevaba capa, cuernos y un tridente como adorno.

Acercó su mano hacía mí, y me ayudó a levantarme. Cuando estuve de pie y frente a frente con aquella aparición, mi primer pensamiento fue que tenía que dejar de mezclar antinflamatorios y whisky, y el segundo fue disimular las arcadas delante del príncipe de las tinieblas, como él se había presentando.

Me dijo todo sobre mí, me juró que podía cambiarlo todo, que podía empezar de nuevo como un hombre poderoso, longevo, sano, o podía recuperar todo aquello que tenía. Solo tenía que sacrificar algo que no necesitaba, mi alma, algo para lo que no le encontraba uso, una vida entera de lujos, por una eternidad de servicios, y hay quién dice que es mejor ser un rey en el infierno que un esclavo en el cielo. Lo miré directamente a los ojos, bueno, en realidad no, me tambaleaba tanto que lo miré a los cuernos, y luego a las patas, y finalmente me quedé observando su rabo, y le hablé directamente, al rabo, no a los ojos, aunque hubiese querido que fuese a los ojos, no podía dejar de mirárselo, y le dije, "Vienes aquí, con tu superioridad, tu inmunidad diplomática, alardeando de poder y efectos especiales, solucionando los problemas de la gente, cosa que permítame decirle, dudo, porque si de esto te ganas la vida, olvidarías ese look de campanadas a lo Ramón García, irías de un color más discreto que el rojo, que parece que estamos en Carnavales, y te afeitarías las piernacabras esas que tienes". Y aquí estoy escribiendo, resacado y desde el infierno, en los únicos 40 minutos que tengo entre sodomía y sodomía.

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