sábado, 26 de mayo de 2012

Aquel domingo tonto.

El día que se acabó el mundo estábamos en la cama, sin hacer nada, mirando al techo después de pasarnos la tarde arrugando las sábanas. Un gran estruendo nos recordó que seguíamos perteneciendo al mundo, nos sacó de la burbuja que habíamos creado. Sin movernos de la cama, la calle caía como piezas de dominó a través de la ventana. Poco importaba desde donde estábamos pero no entendíamos nada... Ni cómo, ni porqué pasaba aquello, ¿nos lo mereceríamos? ¿Era quizás un error en lugar de un castigo? Alguien tendría que bajar al portal al menos para echar un vistazo y averiguar si todo se venía abajo de verdad o La Tierra había entrado en una especie de simulacro del que nosotros, dentro de nuestra burbuja no habíamos recibido noticia.

Una moneda al aire fue la solución para dejar la tranquilidad de aquella nube de mantas y sábanas. Ella tenía mucha cara, así que eso eligió, a mí me tocó la cruz de tener que vestirme y bajar a ver como el mundo se sacudía como un perro intentando quitarse las pulgas. Como si Dios hubiese perdido una partida de ajedrez contra alguien más poderoso y enfadado tirase el tablero, y con él todas las fichas del juego. Me quedé bajo el umbral del portal, sin moverme y sin querer perderme nada, todo viniéndose abajo como siempre lo hubiese imaginado, terriblemente bello, pero más silencioso de lo que puedas imaginar, como quien pliega un Twister después de jugar, o quién se deshace de los vasos y botellas la mañana después de una gran fiesta. Todo recogidito y en su lugar. Allí no quedaba nadie. Solo nosotros. Por un momento pensé los sitios que me quedarían por ver, pero ese instante pasó pronto, ya que todo lo que tenía que ver estaba arriba. Subí las escaleras rápidamente, no solo para contarle lo que había visto, sino para empezar a ponerle solución.

Cuando llegué de nuevo a la cama, ella estaba medio dormida, poco le importaba lo que pasase fuera con tal de que la burbuja nunca estallase. Me senté a su lado y le espeté lo que pensaba:

-El mundo acaba de terminarse, en domingo, cuando nadie se lo esperaba. ¿Sabes que significa verdad?
-¿Qué?
-Que mañana si no queremos no será lunes, podremos seguir en la cama, podremos llamar a los lunes de otra forma como "Lunéticos" y así no serán tan malos, total ya no existe nadie en el mundo que vaya a negarse. Claro, es cierto, no queda nadie en el mundo, lo que significa también que tendremos que repoblar el planeta. Y deberíamos empezar cuanto antes.
-Me parece lo mejor que podríamos hacer un domingo tonto. Pero si vamos a empezar desde el principio me gustaría cambiar también eso de que las mujeres seamos las que parimos.
-Bueno, bueno, es el primer día del nuevo mundo, no hace falta que pongamos todas las reglas desde ahora, ya iremos concretando detalles.




martes, 22 de mayo de 2012

Reverse.

Después del punto final se deslizaron por el asfalto recogiendo toda la sangre del pavimento y se precipitaron al parabrisas del Pontiac del chico para caer violentamente sobre los asientos de cuero. Intactos, impolutos pero muy borrachos se miraban, se tocaban y se besaban, desentrelazaban sus manos, descosían sus destinos, eran tan jóvenes, y cada vez más. Iban a toda velocidad hasta una fiesta, cuando llegaron allí siguieron con lo suyo, entre besos caía un vaso y otro vaso, y cada vez estaban más sobrios, cada vez llenaban más vasos, se vaciaban de alcohol y se llenaban de dudas, de nervios, de indecisión, hasta que dejaron de besarse. Empezaron a hablar primero muy fluido y luego más torpemente, hasta que se dijeron sus nombres, ahí terminó todo. Se desconocieron, se alejaron y se quedaron mirándose entre toda la gente, que también bebía para estar más sobrios, que caminaban de un lado para otro desenredándose y desconociéndose. Cuando terminó la fiesta se fueron a casa solos, preparados para encontrar a alguien con el que empezar una nueva historia.

domingo, 6 de mayo de 2012

Locos, cuerdas y otros utensilios.

Asomado con los pies colgando por fuera de la ventana lo veo todo como pequeñas y rápidas hormigas llenas de vida, de ruido y de color. Siempre me ha gustado veros desde aquí, en el límite pero sobretodo en la distancia, así es como se entienden las cosas. La brisa te refresca las ideas mientras piensas si dejarlo o no todo atrás. Detrás de mi un pabellón de gente que debería estar encerrada. No sé si por locos o por cuerdos. No sé que odio más si los cuerdos o los locos. Creo que los primeros, porque tienen tan poco claras las cosas como el otro bando, solo que no lo saben. Y hablando de cuerdos, a mi alrededor dos brazos que me sujetan, me abrazan alrededor de la cintura para que no caiga, como una cuerda de seguridad que me permite acercarme todo lo que quiera al final, disfrutarlo pero no caer. Nunca había tenido la cabeza tan en las nubes y los pies tan en la tierra, parecía imposible el equilibrio. Y así, desde aquí todo se ve muy claro, no me gustan los locos, ni los cuerdos, porque hay locos que nunca deberían ser encerrados y cuerdos que merecen que los encierren, pero entre todos ellos hay algunos que hacen que valga la pena estar tan colgado en este vacío.