domingo, 8 de junio de 2014

Los pintores

Robert era un pintor mordaz, talentoso, destructivo y creador al mismo tiempo, pero extremadamente tímido. Su compañero de incursiones al arte era todo lo contrario. Era imaginativo sí, pero totalmente perezoso. Solo le interesaba disfrutar de la fama y las mujeres, de las mujeres y de su dinero.

Robert envidiaba sumamente la facilidad de su compañero Miller con el sexo femenino. Él solo podía refugiarse y pintar, pintar como un loco aquello que no se había atrevido a hacer con aquella mujer o la otra. Era así un onanismo artístico, una costumbre bella pero pervertida. El último movimiento de estos dos, no fue más que una exposición sobre los peculiares "gustos" del alcalde de la ciudad, todo un éxito de público y crítica. Incluso el alcalde los había invitado a cenar a pesar de la humillación que aquellos cuadros suponían para él.
Todo un gesto maduro de su parte, pensaba Robert.

Al terminar de cenar el alcalde les comentó que esperaba que hubiesen disfrutado de su última cena. Había envenenado los tres platos que habían comido, entrantes incluidos, y tras el discurso dejó caer su cabeza sobre aquel postre a medio terminar.

Con el alcalde allí inerte, y Miller algo indispuesto, Robert comenzó a pensar en lo desaprovechada que había estado su vida y el tiempo que había malgastado en envidiar lo ajeno. Comenzó a reír y hablar sin parar de esto y de lo otro, confesándose ante su querido amigo.

A Robert le parecía que ahora que todo acababa, daba igual lo que hubiese hecho o no, y se burlaba de su amigo por haber vivido. El alcalde le había jodido a él y él quería joder a alguien antes de irse. Le dijo lo poco que importaban ahora todas esas mujeres, lo poco que importaba el dinero que hubiese amasado, porque ya está, aquello ya terminaba. Robert había envidiado las mujeres de este y del otro puerto, había envidiado su dinero y sus cosas caras, a pesar de compartir igual fama y ahora le hacía saber que estaban exactamente igual. A lo que su compañero contestó -No, no estamos igual Robert, yo estoy tranquilo, tuve oportunidades y las aproveché, yo tengo mis recuerdos, los sujeto fuerte, me acompañan en el camino al final. ¿Qué tienes tú? ¿Los sueños? ¿Los casi? Estás solo en este paseo.

Mierda, tenía razón, sabía que tenía razón, volvía a envidiarlo, ese pensamiento empezó a desgarrar a Robert por dentro, tanto que nunca se supo si Robert murió antes por el efecto del veneno o por el efecto de la pena.