miércoles, 20 de abril de 2011

Hijos grises.

Día 0.

No sé a quien le escribo, o a quien le dejo este diario. Vergüenza me da decir que voy a usar la ciencia para conocer la incertidumbre que deja algo tan abstracto como las profecías de las que se hablan estos meses, pero después de estudiarlo detenidamente, es posible que los mayas tuvieran razón, no hay cultura que conozca más de la galaxia, eso o la increíble depresión en la que me he sumido no me deja pensar ya claramente. Sea como sea, no tengo nada que perder, he pasado los últimos dos años diseñando una máquina que me permita hacer un salto temporal, dónde acabe, es otra cosa. Si es cierto que el mundo se acaba quizás acabe al otro lado caminando descalzo sobre una bola de fuego.


Día 4.

Calculo que hace 3 días que realicé el salto. No desperté hasta hace unas horas, estoy en el mismo sótano donde pasé al otro lado, solo que parece haber pasado ya bastante tiempo. Me da miedo subir, puesto que he escuchado ruidos arriba, puede que no se haya acabado todo al fin y al cabo.

Cuando he subido he conocido a unos gemelos, son bastante pálidos y visten igual, ha sido algo violento, pero les he explicado varias veces como es posible, no son muy habladores y temen al roce. Desde las ventanas el mundo parece enfermo, las calles son de metal y de tonos grises, el viento es una densa bruma, se oye personas pero casi no se les distingue. Me han prometido enseñarme este lugar, y contarme todo lo relevante, por hoy es suficiente, vuelvo al sótano.

Día 5.

He descubierto que Henry y Jake no son gemelos, ni tan siquiera son hermanos, en este lugar todos se parecen mucho, se ve que la industria genética ha mejorado, y ahora perfeccionan el feto desde antes de nacer, inmunizándolo contra las enfermedades más comunes, el precio es parecer clones los unos de los otros. El asma está a la orden del día, me he dado cuenta que se hace duro respirar, no recordaba el aire tan denso y ácido. Casi no hay luz solar, y en lo que hemos ido calle arriba he podía sentir 2 seísmos, como si la Tierra se defendiese como un perro que se sacude cuando tiene pulgas.

Las personas son completamente asociales, sin contar las personas que viven juntas, en este lugar nadie se habla, ya he dicho que incluso temen el roce, pero lo veo normal ya que casi no nos vemos en este aire que parece humo. Además van siempre ensímismadas en un aparato que les mantiene informados de toda nueva actualización sobre Noticias, avances farmaceúticos, política, "de un único canal a tu lóbulo frontal".


Día 6

Anoche me quedé ensimismado viendo la televisión, es increíble en lo que nos hemos convertido, viven en un régimen de consumo y fast food, esa es su filosofía, Walt Disney Jr. es ahora el presidente de la Casa Blanca, y rige desde allí el resto del mundo. En todas las cadenas hablaban de un Ronald Mcdonald que se lleva a los niños en la noche, de una sirena de Starbucks que seduce a los borrachos en los callejones, en las discotecas, la ley Sinde controla lo que ves y lo que no ves, la noticia que te llega y de la que jamás sabrás nada, ellos son la información. El mundo se ha vuelto loco, está todo tan controlado que irónicamente no hay ningún control.

El día del juicio nunca llegó, y todos viven en esta cárcel cumpliendo condena.


miércoles, 13 de abril de 2011

El bar de los miserables.

Anoche me apetecía salir, me apetecía perderme en un mar de gente, dejar que me bañara una espuma de rostros, pero sin que nadie se fijara en mi presencia, salir como un anónimo, no encontrarme ni familiares ni amigos, gatear sin identidad, sin portar el DNI, y dejar que las horas pasasen en algún rincón,con una cerveza fría entre las manos.

Me senté en un bar, al final de la barra, mirando al fondo de la jarra ya vacía, deslizaba los dedos por el aún fresco cristal, eludía cualquier contacto con todos los que allí estaban enmascarando su soledad. Mis intentos fueron estúpidos, pues "no hay distancia más corta que una línea recta", y no hay camino más rápido a otra persona que cruzar miradas. Al fondo unos ojos negros me miraban, intentando darme un nombre, intentando ponerme identidad, vestirme de un pasado y un presente, que yo iba esquivando, y a la vez buscaba deslizar sus dedos bajo mi piel, entre músculo hueso y sentimiento, yo no podía dejar de observar los agujeros negros que intentaban tragar una imagen de mí, pedí la última copa y me fuí, no sería esta noche, me había dejado mi traje de humano para ser un desconocido, había salido solo, para amarme a mí mismo, me perdí en un rincón oscuro para encontrarme, no para que me encontrasen, aún sigo buscando, no sería tampoco esa noche.