domingo, 6 de mayo de 2012

Locos, cuerdas y otros utensilios.

Asomado con los pies colgando por fuera de la ventana lo veo todo como pequeñas y rápidas hormigas llenas de vida, de ruido y de color. Siempre me ha gustado veros desde aquí, en el límite pero sobretodo en la distancia, así es como se entienden las cosas. La brisa te refresca las ideas mientras piensas si dejarlo o no todo atrás. Detrás de mi un pabellón de gente que debería estar encerrada. No sé si por locos o por cuerdos. No sé que odio más si los cuerdos o los locos. Creo que los primeros, porque tienen tan poco claras las cosas como el otro bando, solo que no lo saben. Y hablando de cuerdos, a mi alrededor dos brazos que me sujetan, me abrazan alrededor de la cintura para que no caiga, como una cuerda de seguridad que me permite acercarme todo lo que quiera al final, disfrutarlo pero no caer. Nunca había tenido la cabeza tan en las nubes y los pies tan en la tierra, parecía imposible el equilibrio. Y así, desde aquí todo se ve muy claro, no me gustan los locos, ni los cuerdos, porque hay locos que nunca deberían ser encerrados y cuerdos que merecen que los encierren, pero entre todos ellos hay algunos que hacen que valga la pena estar tan colgado en este vacío.


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