miércoles, 3 de agosto de 2011

En todas las historias desaparecemos.

Tú pensabas que la luna estaba ahí para nosotros, que se quedaría sin decir nada, que simplemente nos alumbraría sin rechistar como si ese fuese su trabajo. Pensaste que aquel árbol nos daría cobijo eterno, que había crecido allí para ese determinado momento, que si nos fuésemos y volviésemos, con el tiempo seguiría estando allí para ofrecerte sus servicios a ti, a mí, a nosotros. Ni por un momento dejaste de pensar que aquél mar que mirábamos no estaba puesto allí para servirnos de música ambiental, que nunca se acallaría por ti, por mí, por nosotros. Pero no fue así, aunque yo también lo creí por un instante. Cuando vivía con los ojos entrecerrados y todo lo que era capaz de contemplar eras tú, yo, nosotros. Nos equivocábamos, alguien me golpeó en el hombro y me susurró que estaba entorpeciendo a la realidad y el sueño se apagó. La luna no salió, el sol no terminó de encender, el árbol cayó, el mar secó sus lágrimas, se perdieron las miradas entre la gente, te perdiste, me perdí, nos diluimos. La realidad se difuminó, entró en escena el silencio y todo lo acalló, todo lo que quedó fue un fundido a negro.

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