domingo, 9 de agosto de 2009

Desde las estrellas...

Qué criatura tan penosa es el hombre, nace con pleno conocimiento de su mortalidad, y así vive condenado a vivir durante toda su insignificante existencia con miedo a lo desconocido. Se impulsa por el egoísmo y la ambición con los que desaprovecha los pocos momentos preciados, y permite que lo que ama de verdad se pierda, frágil, esperando al borde de una muerte cuya comprensión no le ha sido dada.

Lo que no sabes es que la muerte lo iguala todo; esperanzas y miedos, poder y anhelo, todas suman 0 al final de la partida. Se deja transportar por su vida hacia una gran meta, poniendo importancia a insignificantes cosas, para darse cuenta, llegado el final de lo frágil que es en realidad la vida.

Como criaturas emocionales que son, rezan a un dios, cuya existencia les es improbable, con una fe voraz, creada para mitigar el miedo a la muerte, que al final se dan los unos a los otros, intentando convencerse de que efectivamente hay algo mas allá y mas arriba,en el espacio.

Tienen a ese Dios como justo, sin darse cuenta que a su alrededor sucede lo inexplicable de dicha justicia: una guerra, dos guerras, tres guerras, un niño que muere ahogado en una piscina, epidemias y pandemias en sus ciudades, un conductor bebido que mata a un ser querido, una enfermedad que ataca y destruye al padre de una novia.

¿Dónde esta la fe en esos casos?

¿Hasta que punto seguirán hablando de plan divino y misericordia?

¿Cuánta gente ha de perderse para que adivinen que rezar no salva su mundo y actuar lo decide todo?

¿Dónde termina su afán de fagocitosis y autodestrucción?

1 comentario:

Anónimo dijo...

me da la impresión que en vez de existir un dios que nos iguale, es la muerte quien lo hace como dijiste tu XD es un trabe increible XDDDDDDDDDDDDD
no se sabe a quien se tiene hasta que se va, pero si.. tienes razon en lo que dices aqui (: ^^